lunes, 23 de febrero de 2009

La tronadora: es una flor.

En la ciudad de México, en la acera de la central de autobuses del Norte, un hombre abordo un taxi modelo 1980 color naranja, placas del Distrito federal que tomo hacia el sur. El pasajero era Camilo Martínez y se bajo en el numero 33D de una de las calles de Santa Maria la redonda, pago al taxi y entro al Hotel “tres flores”, se registro en la administración, le asignaron el cuarto 34 en el tercer piso, un joven empleado subió su maleta; se dio un baño, y se tendió en la cama vestido y descalzo. Quería descansar.

A un lado de la cama hay una repisa y en cima una televisión de color de diez y seis pulgadas; abajo una mesa pequeña, y en ella un periódico.

Camilo se duerme, eran las doce del medio día. Afuera en la calle, el tráfico y las relaciones humanas de siempre, el rumor y el escándalo; la tranquilidad y la alegría, el amor y el abuso; el robo, el saqueo y la honradez, la bestialidad contra la sonrisa, en resumen: espiritual y físicamente hablando el smog que aniquila a la pureza humana, y a la pureza del aire.

Adentro del Hotel, en la cama interior del cuarto 34 Camilo sigue durmiendo, tiene puesta una mano en el corazón y la otra a un lado de la frente; mueve ligeramente su cabeza, quita la mano del corazón y la vuelve a poner, sonríe. ¿Qué tiene? Es un ensueño que le llega y sigue sonriendo, de pronto frunce el sueño y unos brotes de sudor se le ven el la frente, abre los ojos y rápido se sienta en la cama; se limpia el sudor y se restrega los ojos.

¿Qué soñó? En el sueño vio una arboleda de acero que le cercaba; en el centro de una explanada por la que cruzaba un arroyo, el pasto era verde y disparejo en el color y el crecimiento, esparcido irregularmente; el se había convertido en un rosal sin espinas, en el centro de su rama broto una hermosa rosa de pétalos rosados, y un clavel parecido a una llamita de lumbre sin llegar a ser flor. La arboleda de acero caminaba y caminaba reduciendo la explanada, el rosal lleno de calor se asfixiaban; los pétalos de la rosa se marchitaban y se desprendían cayendo al suelo, el rosal quería doblar sus ramas para coger sus pétalos caídos y no podía, provocándole malestar. De pronto, de un cielo sin nubes, cae un roció de lluvia, el rosal se convierte en hombre y la rosa en mujer, el botón en una hermosa niña de siete años de edad. La arboleda ya no es acerada, ellos tres están en una colina y en las ramas verdes anidan pajaritos que trinan.

El hombre es el, y la mujer Emma, la niñita Rebeca que le sonríe extendiéndole sus bracitos para recibirlo, pero en el momento que camina para encontrarse con Rebeca, se tropieza con un árbol muerto y cae a tierra escuchándose un golpe seco que siente en la cabeza que se le abre brotándole una sola gota de sangre.

EL cielo se llena de nubarrones rojos con ligeras manchas blancas en las orillas, los nubarrones se van tornando gruesos y negros, de pronto se parten en dos trozos que al separarse rasgan el trueno de dos rayos con la luz zigzagueantes, roja como la llama de un bosque que chisporrotea dándole directo a su herida de la cabeza.

En ese momento cuando se sienta en la cama, se limpia el sudor y se restrega los ojos. Se ve los brazos, las piernas, se palpa, y suspira profundamente. ¡Ha sido un sueño, no, fue una pesadilla! ¡Una terrible pesadilla! ¡Maldita sea!.


[Fragmento de la novela: "La tronadora es una flor"]
Alberto de Cisneros Villa (autor)